viernes, 19 de junio de 2009


SEIS MIL MILLONES....

Seis mil millones de gargantas,
de cuerdas vocales,
de bocas,
de cabezas,
y si lo multiplico por dos,
doce mil millones de ojos,
de manos
de pies.

El mundo es una caverna,
oscura,
limítrofe a la poesía,
donde se oculta la voz del hombre.

Somos muertes de esfingues terrestres
o de peces aleatorios.

Somos cavernícolas hambrientos de sed,
de odio,
de idiosincrasia.

Todo es inversosímil,
fantasmagórico,
¡qué paren los trenes! ¡la locomotora! ¡las cicatrices de voz!.

Cuando la molécula de voz estalla
y nos alimentamos de los otros,
ya no somos seis mil millones, ni doce mil,
ni nada cuantificable.

Somos partículas de hidrógeno
con nuestra linterna de piel,
somos hemisferios de palabras
con cruces de voz.

Hay un péndulo que se balancea alrededor de la figura de bronce,
tiznada,
envejecida,
supletoria,
con sus mallas fatídicas de sangre.

Salgo de la bolsa
repleta de seis mil millones de burbujas,
de pliegues,
de cartílagos y tendones,
de vísceras y huesos.

Veo luz,
mis manos son viejas,
etéreas,
eternas,
inciertas.

Tantas palabras,
tantas letras de voz,
tantos trofeos de sobriedad
que mi cintura es una vacilación.

Y que vengan ellos, los que sean,
seis mil millones, doce mil o veinticuatromil.

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