jueves, 5 de abril de 2012

No me llamas
no te llamo,
somos pasajes inciertos,
el número primo del recuerdo,
la nostalgia.

¿Cúanto espacio puede caber entre dos cuerpos?
la densidad me aturde,
mi sentir me electrocuta
y ya no salen caricias.

¿Cúanto soy capaz de soportar, de retener en mi centro infantil,
donde no me encuentran el padre, la madre, mi casa?.

Y si grito,
me grito tantas veces
que me quedo sorda y no respiro.

Y si me callo,
la boca me duele y me salen canas,
y el resto del pelo se caae.

Y es que siento todo y me agrieto,
se corta mi piel de frío
y vuelvo al dolor de respirar.

Siempre me han llamado loca,
me han sentido loca,
me han sustituido por otra.

La loca-la loca enferma,
la enferma loca-la pobre,
la pobre-la hija,
la hija-la madre.

Una cadena mitológica de mujeres
que nos hacen locas,
porque la locura es la forma de enfermar ante lo defectuoso
y sin tallaje,
a lo bordado en nuestra piel sin hilos y a bocados,
a nuestro sello efímero pero con palabras.