jueves, 13 de mayo de 2010


A LA VELOCIDAD DEL TREN


Todo es vacío en tu cabeza,
cada esquina se pulveriza y se consuelan tus ojos con el mar.

Puedes sentir la tristeza tan profunda como una espina,
sabes llorar y sin embargo te embriagas de nada.

Todo el cuerpo en silencio,
te dices a tí mismo cuanto de tí desconoces
pero para que saber nada más.

Una voz,
calma la no sensación de sentir o pensar
algo que te alborota.

Puedes llegar a estremecerte en un extenso laberinto
y desaparecer.

Desfilas en el borde de un deseo inclasificable,
te conviertes en un ser distinto hasta la exageración
y brotas en el abismo.

Te incomodan
lo cerca o lejos que están las cosas,
el olor de la piel,
el sonido de la voz que te piensa y sabe de tí,
el tacto de unas manos que te clavan tus pedazos en el corazón.

Sobre un lienzo se ha callado un pájaro,
sobre cualquier mundo
has borrado tu cara y te has lavado las manos.

Y cuanto tiempo habrá que esperar
hasta que puedas abrir los ojos....


Fotografía del Escultor Rodín ("Museo Rodín" de París)

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